AJOLOTES: DISCIPLINA, COMPROMISO Y AMOR AL BASQUETBOL.
Hablar de los ajolotes es hablar de un ejemplo único en el mundo. A diferencia de otros anfibios, mantienen características juveniles durante toda su vida. Evolucionaron para adaptarse de manera distinta, encontrando en esa aparente “incompletitud” una fortaleza que les permite sobrevivir y regenerarse.
En el universo del baloncesto que late todos los días en Global University, ocurre algo similar en la preparatoria: jugadores que no necesitan esperar a “madurar completamente” para marcar diferencia. Desde hoy, sus esfuerzos ya pueden tener un impacto, siempre que aprovechen lo que dominan y sigan desarrollando su juego.
Cuando Nohemí Esmeralda Rosales Camacho llegó como coach de básquetbol a la institución, lo hizo con la pasión desbordada de quien ha conquistado lo más alto en su carrera deportiva. Su propuesta fue clara:
“Hay que crear un equipo de desarrollo para foguear y encontrar un selectivo que nos permita competir y representar a Global University”.
Rosales sabe lo que significa el alto rendimiento. Además de jugadora mundialista, fue campeona del torneo de Las Ocho Grandes defendiendo los colores de la UANL, institución donde obtuvo una beca deportiva que le permitió profesionalizarse en Ingeniería en Manufactura. Y no se detuvo ahí: también fue capitana de su equipo en la maestría en Administración de las Organizaciones con orientación en Producción y Calidad.
Con arduo trabajo y entrenamientos desde las 6:00 a.m., Rosales comenzó a construir un sueño que no tardó en convertirse en realidad. El camino, sin embargo, no fue fácil: pocos jugadores, falta de compromiso en la asistencia y, al inicio, ni siquiera contaban con uniformes. Aun así, el carácter de la coach —mujer de retos y realidades— no se quebró.
Los Ajolotes fueron forjando su historia en canchas de Aguascalientes como Skill Factory, la duela deportiva de VNSA, Gimnasio Marlyc, entre otras. Cada jornada, aunque los marcadores no favorecían, el equipo recortaba distancias, aprendía y crecía.
Con el paso del tiempo, llegaron nuevos talentos —jóvenes nacidos en 2010— que se sumaron con ilusión y compromiso a la primera generación. El roster, antes limitado, comenzó a engranar mejor. El equipo se regeneraba como el ajolote: fortaleciendo entrenamientos, ajustando estilos de juego y encontrando identidad.
Porque la evolución no siempre es transformarse en algo distinto. A veces es mantener lo que te hace único y convertirlo en tu ventaja competitiva.
Hoy, los Ajolotes representan mucho más que un equipo de desarrollo. Son una muestra viva de que la disciplina, la pasión y el compromiso colectivo pueden transformar debilidades en fortalezas. Con carácter, responsabilidad y actitud, el equipo que alguna vez fue considerado un rival débil, se ha convertido en un oponente que nadie puede darse el lujo de subestimar.
La historia apenas comienza, pero una cosa es segura: en cada bote, cada pase y cada tiro, los Ajolotes siguen demostrando que el verdadero triunfo está en la capacidad de evolucionar juntos.
